Santiago
Gamboa nos cuenta una historia de vaqueros, a propósito de los diálogos de paz
en Colombia, en la edición dominical de El País del 9 de septiembre de
2012. Da grima que emplee la misma retórica bilateral reduciendo
el esquema a dos facciones: los buenos (nosotros) y los malos (ellos, los
guerrilleros), aunque no quede muy claro quién es ese «nosotros», sobre todo en
un proceso tan complejo como el de Colombia que cumple ya casi medio siglo: «En
efecto, es violento darse la mano y dialogar con quien ha martirizado y herido
de muerte a los nuestros, es violento hacerle concesiones a ese otro y
reconocerlo como igual. Es muy violento, pero debe hacerse. […]. Se debe hacer
y en Colombia debemos arriesgar y hacerlo de nuevo, así otras veces haya salido
mal y hoy no todos estén dispuestos».
En
un «proceso de paz» tan desgastado y enrarecido como el colombiano en que todas
las facciones han participado de la violencia enmascarada y del dinero de
incierta (pero reconocida proveniencia), es inmoral seguir hablando así de esta
historia tiznada de hipocresía. Nosotros y ellos, es sólo un rótulo para sordos
y ciegos de realidad que se niegan a abrir los ojos.
Qué
pereza que sean estos los especialistas colombianos en la prensa española...
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