miércoles, 24 de noviembre de 2010

Nuestros políticos, siempre tan respetuosos e igualitarios, son pieles de cordero que con este decoro de quita y pon, nos espetan su indiferencia por todo.

martes, 18 de mayo de 2010

Palabras sociales

En las sociedades del Tercer Mundo se da el nombre de arribismo a lo que en las sociedades más ricas representa el paso siguiente de las necesidades primarias, necesidades que en ese mundo más rico se consideran como un derecho del desarrollo humano. Pero entonces, en las sociedades ricas, ¿qué es el arribismo? ¿Quienes quieren acceder adonde sólo entran quienes tienen un propio lobby? A lo mejor es sólo un problema léxico. En unos países lo feo es ser, arribista, y en otros lo feo es ser nuevo rico

domingo, 16 de mayo de 2010

Consumismo futurista

El paso siguiente del consumismo, tan pronto como el capital y la producción logren abolir los costes de la mano de obra, será consumirnos los unos a los otros. Será entonces cuando la ingeniería genética logre que nos salgan prótesis comestibles que se regeneren en el cuerpo humano… «Cambio dos manos extra y una nalga por una remodelación de la cocina», «revendo partes íntimas como nuevas a quien el viagra ya no le haga efecto»… Y así sucesivamente, hasta lograr comernos por completo a nuestro vecino o adversario. Se transformará así la lucha de clases en lucha de carnes…

viernes, 14 de mayo de 2010

La modernidad es un barrio

Barcelona, Kosmópolis, «Fiesta Internacional de la Literatura», 11-15 de diciembre de 2002, CCCB (aunque la fecha no importa): Venidos de Guatemala, Canadá, Brasil, Argentina, Australia, Naciones Balcánicas, Oriente jeroglífico y más, numerosos folcloristas, escritores, poetas, lectores y más, contribuyeron entusiastas a cinco días de un espectáculo literario de variedades bibliófilas y culturales. Todo un supermercado al alcande de la desinformación. Sin explayarme en reflexiones poco flexibles para desarrollar en la corta distancia, me remito de súbito al evento de clausura. El invitado, Rafael Escalona, leyenda del folclor vallenato quien, en vez de cantar o dar paso al trío caribeño sin más, se explayó en referir numerosas anécdotas privadas de su trato con Gabo en un discurso autobiográfico musical en el que escaseaban las canciones y cuyo texto estaba plagado de la elocuencia de una Colombia popular educada aún con las palabras de una derecha palmaria, con la rigidez recalcitrante y reaccionaria de los años cincuenta colombianos. Abucheado, insultado, execrado sin algún tipo de civismo primario como consecuencia de su discurso altisonante y patriotero, logró sobreponerse al desafuero del letrado público y terminar su acto, dando la voz cantante al trío musical que lo acompañó como intérprete de sus temas tradicionales. Sin embargo el problema de este desencuentro entre público y abucheado no es el blanco de mi diatriba, sino el tipo de público que, herido de indignación, salió despotricando y clamando ya por la cabeza del cantante. En su mayoría se trató de un público colombiano y catalán medianamente letrado y convencido de la idea de Occidente, gente venida desde el barrio de la modernidad que sabe utilizar la habilidad de fingir un pensamiento crítico desde la intolerancia y el enojo.

Sin más preámbulos, creo que es el momento de traer a cuento la palabra fractura y el complemento circunstancial de complejo de inferioridad: entre el público intelectualoide y la cultura popular colombiana, hispanoamericana, europea, mundial. No pretendo que el público tenga que soportar discursos que le resulten ofensivos sin más, sin al menos una protesta, pero creo que por el tipo de público cabría esperar una retirada silenciosa, no el insulto o el oprobio de ese público hacia este cantor venido a más.

Para ilustrar mejor el asunto del barrio de la modernidad, cito dos viejos aunque recientes incidentes del mismo género. El primero de ellos en mil novecientos ochenta y tantos, lugar: Estocolmo. Motivo: Premio Nobel de Literatura; premiado del año: Gabriel García Márquez. Recuerdo aún el escándalo y la indignación de buena parte de la inteligentsia y el frac emocional colombiano cuando el compositor se presentó en guayabera ante el rey sueco y no en el riguroso «esmóquin» y llevando como acompañantes a un grupo musical del Caribe afrocolombiano. «¡Qué horror!» recuerdo que muchos decían, «creerá el mundo entero de que aquí –el contexto geográfico era Bogotá D.C.– somos solamente una partida de negros»...

El segundo incidente en relación al campeón nacional colombiano del boxeo, Kid Pambelé, exitoso pugilista colombiano de los años setenta, hoy pensionado en el tortuoso paraíso de las drogas derivadas de la planta de coca y de los menjurjes alcohólicos de la caña de azúcar destilada. ¿La indignación? El pugilista sufrió el oprobio durante no sé cuál campeonato internacional como consecuencia de haber utilizado una pantaloneta de boxeo fabricada con los colores de la bandera patria colombiana, «por haber ultrajado la insignia nacional». Sin adentrarme en más reflexiones, quiero tan sólo ilustrar una indigestión aún vigente en la provincia de la porción de Occidente que el destino me concedió como sede de la oficina principal de pasaportes, para describir el ambiente climático de lo que he bautizado con el epíeteto de barrio de la modernidad, pues me afianza en la idea del descrédito del conceptejo ese de globalización, tolerancia, democracia, cultura, etcétera. Porque que la modernidad es un barrio de gente acomodada, muy bien custodiada por vigilantes de seguridad privada, buenos mastines cebados con carne fresca. Y claro, se trata de un barrio cuyas afueras están plagada de gente que quiere blanquear sus maneras e imitar, sin antiparras, lo que venga desde arriba o desde el centro.

jueves, 13 de mayo de 2010

Diplomacia y rectitud

Queda muy feo eso de agredir a alguien a quien odias directamente; es más educado comprar sus deudas, quitarle la casa, seducir a su mujer, y a los hijos, más que seducirlos, echarlos a perder con la ilusión del consumo.

Crisis

Utilizar el dinero público para la industria armamentista y pagar las deudas de la construcción, parece ser la normalidad en tiempos de la celebrada globalización. Pero creo que, como dice el proverbio, hay que dar «al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios», no estaría mal reflexionar en torno a esta jerigonza moral. Nos permitiría ver con más claridad, o por lo menos, emplear mejor las palabras y leer bien lo que se esconde detrás de los enunciados y la publicidad del poder neoliberal.

Globalización

Deberíamos dejar de hablar de «mercado» del trabajo; con los tiempos que corren, habría que hablar de supermercado del trabajo.

miércoles, 12 de mayo de 2010

Dime a quién le debes y te diré quién eres

Lo que importa en política, lo digo para leer mejor una campaña política, o un episodio histórico, no es en contra de quién se ha luchado, sino los fondos que te han financiado para hacerlo y los favores que tienes que devolver.